Mujeres inquebrantables

Alegría Crespo

POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
 
El pasado 25 de noviembre se conmemoró el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”. Es importante recordar los hechos históricos que preceden a esta conmemoración. Las protagonistas son las hermanas Mirabal en República Dominicana, tres activistas políticas que fueron brutalmente asesinadas bajo las órdenes del dictador Rafael Trujillo en 1960.
 
Este día invita a gobiernos, organizaciones internacionales y ONG, a tomar medidas que eleven la conciencia pública en esta problemática que puede ser una víbora silenciosa en la mayoría de los hogares.
 
Queda un enorme camino aún: solo dos de cada tres países han prohibido la violencia doméstica, tomando en cuenta que en 37 Estados no se juzga al violador si está casado o se casa posteriormente con la víctima. En otros 49 países no existe un marco legal que proteja a las mujeres de la violencia doméstica (ONU, 2020).
 
Lo que duele y preocupa es que la víctima calla, muchas veces se sienten merecedoras de la agresión y bajan la cabeza avergonzada. El monstruo se presenta en distintas formas
y tamaños, muchas veces queda la evidencia del golpe, pero en muchos casos, la evidencia no se puede ver ante el resto. Sin embargo, daña psicológicamente a la víctima. Durante la pandemia, la violencia contra la mujer ha aumentado, pero no escuchamos los gritos, porque ha sido (en la mayoría de los casos) en silencio.
 
Me considero una defensora de los derechos humanos, tanto de hombres como de mujeres, y sobre todo, de niños y niñas. Ahora bien, ésta es una problemática que se manifiesta visiblemente contra nosotras, las mujeres. Estamos en el siglo XXI y seguimos inmersos en una sociedad machista en todos los aspectos, incluso en la manera de juzgar. El camino para lograr el éxito, siendo mujer, es mucho más sinuoso y complejo que el de un hombre. Que nunca más existan mujeres violentadas, ultrajadas, humilladas, desvalorizadas, violadas, golpeadas o maltratadas. Nunca más, debemos protegernos juntas. Sin duda, hay hombres merecedores de todo respeto y admiración por unirse a esta causa, a esta lucha, siendo agentes de cambio. Gracias a ellos.
 
Si algo he aprendido en estos años de vida es que si me detengo a lanzar piedras a cada perro que ladra, no me enfocaré en mi camino y mi camino es ser en prédica y práctica,
una mujer que trascienda en una lucha diaria que nos eleve y nos posicione como lo que somos: unas guerreras.
 
* Si estás pasando un caso de violencia, acoso o agresión: puedes escribirme a mis redes. Lo importante es denunciar y te puedo ayudar.