En 2017, el expresidente Rafael Correa aseguró que “dejaba la mesa servida” a su sucesor. Inmediatamente se evidenció el engaño. Habíamos repetido la historia de la bonanza petrolera de los 70: una orgía de gasto y malas decisiones que dejaron un país altamente endeudado, gasto insostenible, y un doloroso e inevitable ajuste económico.
Los esfuerzos de Lenín Moreno por poner la casa en orden fueron insuficientes y reconoce que “la mesa no queda servida”. La realidad es que la mesa tiene las patas quebradas y con las justas logra mantenerse en pie. La primera pata es el ciudadano. Esta pata está apolillada. Vivimos una crisis sanitaria por el COVID-19 que sigue cobrando vidas y obliga a restringir la actividad productiva. El plan oficial de vacunación avanza a paso de tortuga y está plagado de escándalos.
La segunda pata es el gobierno. Esta pata está rota. El gasto continúa superando significativamente a los ingresos. Solo en 2021 la necesidad de financiamiento bordearía los 8.000 millones de dólares. El desafío no es buscar más deuda ni más impuestos, sino priorizar el gasto. Un Estado al servicio del ciudadano: salud, educación y seguridad. Y dejar de despilfarrar recursos en actividades no prioritarias para el ciudadano, gasto de mala calidad y corrupción.
La tercera pata es la producción. Vivimos una crisis de competitividad provocada por una asfixiante maraña regulatoria, excesivos aranceles y por el acelerado incremento de los precios internos alimentado por la emisión de 8.000 millones de ecuadólares durante el correato. En 2020, la inversión se desplomó en -11,9 por ciento, se destruyeron más de 571 mil empleos y la pobreza subió de 25 a 32,4 por ciento.
La cuarta pata es la capacidad de alcanzar consensos sumada al deseo de cambio. Este apoyo debe reflejarse en la Asamblea y en la opinión ciudadana en general. No podemos construir bienestar sobre una mesa con patas torcidas. Si no arreglamos la mesa, el futuro será muy complejo. Para salir de la crisis, las prioridades son: vacunar, vacunar y vacunar; fortalecer el programa de transferencia en efectivo a los más pobres y priorizar el gasto público; reactivar la producción; y lograr consensos.
Que esta sea la oportunidad para abandonar el populismo económico que siempre resulta en pan para hoy y hambre para mañana. ¡Preparémonos para este desafío!