Mujeres inquebrantables

lunes, 14 diciembre 2020 - 02:23
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    POR ALEGRÍA CRESPO CORDOVEZ
     
    E l pasado 25 de noviembre  se conmemoró el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la  Mujer”. Es importante recordar  los hechos históricos que preceden a esta conmemoración. Las  protagonistas son las hermanas Mirabal en República Dominicana, tres activistas políticas  que fueron brutalmente asesinadas bajo las órdenes del dictador Rafael Trujillo en 1960.
     
    Este día invita a gobiernos,  organizaciones internacionales  y ONG, a tomar medidas que  eleven la conciencia pública en  esta problemática que puede  ser una víbora silenciosa en la  mayoría de los hogares.
     
    Queda un enorme camino  aún: solo dos de cada tres países han prohibido la violencia  doméstica, tomando en cuenta  que en 37 Estados no se juzga al  violador si está casado o se casa posteriormente con la víctima. En otros 49 países no existe un marco legal que proteja a  las mujeres de la violencia doméstica (ONU, 2020).
     
    Lo que duele y preocupa es  que la víctima calla, muchas  veces se sienten merecedoras  de la agresión y bajan la cabeza  avergonzada. El monstruo se  presenta en distintas formas
    y tamaños, muchas veces queda la evidencia del golpe, pero  en muchos casos, la evidencia  no se puede ver ante el resto.  Sin embargo, daña psicológicamente a la víctima. Durante la  pandemia, la violencia contra la mujer ha aumentado, pero  no escuchamos los gritos, porque ha sido (en la mayoría de  los casos) en silencio.
     
    Me considero una defensora de los derechos humanos,  tanto de hombres como de mujeres, y sobre todo, de niños y  niñas. Ahora bien, ésta es una  problemática que se manifiesta visiblemente contra nosotras, las mujeres. Estamos en  el siglo XXI y seguimos inmersos en una sociedad machista  en todos los aspectos, incluso  en la manera de juzgar. El camino para lograr el éxito, siendo  mujer, es mucho más sinuoso y  complejo que el de un hombre.  Que nunca más existan mujeres  violentadas, ultrajadas, humilladas, desvalorizadas, violadas,  golpeadas o maltratadas. Nunca más, debemos protegernos  juntas. Sin duda, hay hombres  merecedores de todo respeto  y admiración por unirse a esta  causa, a esta lucha, siendo agentes de cambio. Gracias a ellos.
     
    Si algo he aprendido en estos años de vida es que si me  detengo a lanzar piedras a cada perro que ladra, no me enfocaré en mi camino y mi camino es ser en prédica y práctica,
    una mujer que trascienda en  una lucha diaria que nos eleve  y nos posicione como lo que somos: unas guerreras.
     
    * Si estás pasando un caso  de violencia, acoso o agresión:  puedes escribirme a mis redes.  Lo importante es denunciar y  te puedo ayudar.

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