Moreno, el expresidente

martes, 18 mayo 2021 - 17:21
Facebook
Twitter
Whatsapp
Email

    Fue una de sus últimas perlas y quizás la que sintetiza de mejor modo sus cuatro años de mandato. Ante los reproches que muchos hacen a Lenín Moreno por no haber sido un mejor presidente, él confesó, en ese foro por la Democracia en Miami, que también hubiese querido “tener un mejor pueblo”.

    Las críticas no han cesado desde entonces y el Mandatario cierra su gobierno sin abrir un espacio para el acercamiento final con el país. Algo que los expertos en sondeos de opinión entienden como el repunte de popularidad, producto de la nostalgia. Visto en retrospectiva, Moreno lideró uno de los gobiernos más difíciles desde 1979. Desató una pugna de poderes, mucho más feroz que la de Roldós y don Assad, ganándole la batalla judicial y política al correísmo que por 10 años se tomó casi todas las estructuras del Estado.

    Lideró un ajuste económico tan duro como el que hizo Hurtado y le sorprendió la furia del terrorismo y las mafias de los narcos. Ecuador es hoy un país tan violento, en la calle y en las cárceles, como el que se perfilaba durante el régimen de Febres-Cordero, quien combatió sin miramientos a la insurgencia.

    Los indígenas se le levantaron con más ímpetu que a Borja y estuvieron a punto de tumbarlo como ocurrió con Mahuad. Pero para defender el orden constituido, el violento e intransigente paro de 2019 se manchó de sangre. Moreno, el presidente de la ternura, derivó para sus críticos en un ser distante y represor.

    Como si fuera poco, en este gobierno se desató la pandemia que hundió la economía con mucha más calamidad que 1999 y, por el coronavirus, el país llora a casi 60.000 muertos.

    Moreno es un presidente mal evaluado. Sobre todo por la gestión de la pandemia, donde se evidenciaron casos de corrupción vergonzosos, demostrando la inacción del Gobierno, pues se negoció con fundas de cadáveres, kits alimenticios y se repartieron hospitales, resucitando y hundiendo, nuevamente, a los Bucaram.

    Hasta la vacunación, que pudo haber sido el acto simbólico de la esperanza y la reconstrucción, derivó en un odioso palanqueo de privilegiados, primero, y en un indolente e irrespetuoso desorden, después.

    Hay razones de sobra para que el país esté resentido con el presidente Moreno. El discurso democrático de habernos librado del autoritarismo orquestado desde Venezuela, el renacimiento de la libertad de expresión y el mensaje de que el orden fiscal fue asfixiante pero necesario, nunca calmarán a los cientos de miles que se han quedado sin empleo o que enfermos, y sobrellevando un luto, consideran que el país ya no puede mirarse desde la disputa correísta-anticorreísta.

    Ha sido tan tumultuoso este período que Moreno no ha planificado, políticamente, su condición de expresidente. En la Asamblea no tiene un solo legislador que lo vaya a defender con pasión. Desde este seno vendrá el desquite de UNES para fiscalizar su gestión y la de sus polémicos colaboradores para ponerlos en aprietos judiciales.

    Es posible que Moreno también deje el país y vaya a EE.UU., por ejemplo. Sin embargo, queda pendiente hilvanar una porción de la historia ecuatoriana, contada desde su propia voz, para saber si, en efecto, su Presidencia fue tan incomprendida como hoy se siente el pueblo ecuatoriano.

    Más leídas
     
    Lo más reciente